Como les habíamos contado en el capitulo anterior, estábamos en Queenstown, ciudad súper turística (es como un Bariloche) y ese día teníamos planeado algunas actividades. Nos levantamos con un día nublado. Lo primero que hicimos fue ir al Kiwi Birdlife Park, que era un parque de animales, principalmente aves de Nueva Zelanda. Lo choro era que te pasaban una maquinita con audífonos donde tu presionabas el número del lugar en que estabas y te hablaba contándote de que se trataba, era como ir en un visita guiada, pero a tu ritmo. En el parque fuimos a un show de conservación, con aves, unas lagartijas locales y otros animales, además vimos también a kiwis vivos, esto último es súper raro ya que el kiwi es un animal nocturno y para que uno lo pueda ver los tienen en unas piezas oscuras donde les invierten el día por la noche. La lata es que no se puede tomar ninguna foto ni video. En resumen el parque era muy interesante y entretenido.
Lo siguiente que hicimos y teníamos pendiente del día anterior fue subir al teleférico, el Skyline, el cual es muchísimo más moderno que el de Santiago. Subimos hasta un mirador que se veía toda la ciudad y el lago. Además de eso pagamos para ir al Ludge, que son unos carritos como auto chicos que bajan por una pista en el cerro. Tu manejas un manubrio que además si quieres frenar lo tienes que tirar hacia adelante y sino baja producto de la gravedad. Para llegar al inicio de la pista te tienes que subir a un andarivel de silla (el inicio de la pista es un poco más arriba que donde termina el teleférico) y te subes a tu ludge y bajas por la pista (te pasan casco para andar). Nosotros habíamos comprado 2 tiradas ya que hay 2 pistas, una fácil y la otra un poco más rápida (la primera tirada obligatoriamente es por la fácil). La cosa es muy entretenida, tanto que pagamos por hacerlo una vez más. Debería haber algo así en el Cerro San Cristóbal, sería muy choro y buen negocio.
Con todo lo anterior se acababa esa movida mañana y partíamos a Te Anau puerta de entrada a Fiordland (los fiordos), pero antes quería pasar al puente donde se inicio el tema del salto en Bungy, el cual se encontraba en el otro camino ente Wanaka y Queenstown. El día se estaba poniendo más feo, incluso llovía un poco, así que cuando llegamos al puente nos quedamos en el auto viendo de lejos aprovechando de comer un snack antes de seguir el camino y almorzar más allá. De pronto vemos que llega un bus y mucha gente se baja, así que decidimos seguirlos y entramos a la cosa del Bungy, que es como un centro con tienda, cafetería y pantallas que te muestran la gente que esta saltando. Todo muy turístico y choro. El salto es desde el borde de un puente de trenes que ya no se usa y tiene una altura de 43 metros, calculando al ojo, algo así como 17 pisos (justo la altura donde vivíamos). Vemos que se tiran como tres personas y nos comienza a picar el bichito. Cuento corto, decidimos hacerlo. Igual es bien seguro, te pones un arnés, después te amarran los pies con otro más, el cual además va como con unas toallas para que no te duela el tirón, de allí ponen el elástico (es como una cuerda gorda) y también enganchan allí el primer arnés que te pusieron (que es el de seguridad), porque uno finalmente se tira amarrado de los pies. Una vez que saltas y dejas de rebotar, te van a buscar en un bote inflable y te estiran un palo para que lo agarres (uno parecía piñata colgando), así te bajan al bote y te sueltan del elástico (como estaba lloviendo y el bote estaba mojado quedamos empapados y después nos tuvimos que cambiar de ropa). Los tipos mientras te amarran te meten conversa de cualquier cosa para que no te pongas nervioso. Una vez que estás listo caminas unos pasos por una plataforma hasta el borde, eso si el tipo que te ayuda está todo el rato sujetándote para que no te caigas aún (uno parece entre prisionero de pirata, con los pies amarrados y a punto que te tiren al mar). Finalmente uno salta, rebota y ya está listo. Para que les voy a mentir que la cuestión igual de cosa, pero una vez que estás parado al borde y miras abajo, ya es tarde para arrepentirte y tienes que saltar, mejor dicho dejarte caer. Es realmente heavy saltar de un puente y sentir la sensación caída libre. La Paula fue primero y yo después (no podía arrugar si es que ella ya se había tirado). Mientras uno se tiraba, el otro le tomaba fotos y videos (yo me tire con otra cámara en la mano para filmar la caída), así no teníamos que comprar las fotos y los videos que te vendían extra, que eran bien buenos, pero además muy caros.
Después de nuestra experiencia extrema, había que seguir rumbo. Como les había contado, venían los fiordos, así que el resto del día tratamos de avanzar lo más cerca de Milford Sounds (ese era el nombre del fiordo que fuimos). Pasamos por Te Anau y finalmente dormimos en un camping del DOC (como la CONAF) que sólo tenía letrinas. Lo que no esperábamos si, a pesar de haberlo escuchado, es que iban a haber tantos mosquitos (en general ha habido muchos mosquitos por todo NZ que nos han hecho chupete, pero estos se pasaron), incluso según leímos después, la leyenda Maori dice que los mosquitos fueron puestos por los Dioses allí para proteger y preservar este lugar que les había quedado tan bonito. Además tuvimos un problema con el gas de la cocina (se nos acabó) y terminamos cocinando los tallarines en el agua (que justo alcanzo a hervir) por mucho rato. Día siguiente, levantada temprano, sin ducha, para ir al fiordo, lo que no teníamos era el ticket comprado, por lo que teníamos que tratar de llegar con tiempo (allá venden los ticket de los cruceros también, así que no estábamos tan urgidos por eso). Avanzamos por un camino maravilloso, con lagos como espejo, cerros nevados, bosques e incluso un túnel rodeado de nieve. Llegamos a Milford Sounds a eso de las 10 Am y a esa hora eran los cruceros más caros, así que decidimos tomar otro a las 3 de la tarde. El rato que teníamos que hacer hora, aprovechamos de retroceder algo del camino (que lo habíamos hecho algo apurado), he ir a ver unos lugares que nos parecían interesantes. Así pasamos por unas cascadas, bosques y por un algo que no alcanza para pueblo (eran como 2 casas) donde había un pequeño museo con cosas bien choras de la zona de los primeros colonos y de cómo se había hecho el túnel. Además aprovechamos de comprar un insecticida.
Finalmente llego el momento de ir a los fiordos, para eso pasas por un terminal donde paran todos los botes que recorren la zona (es increíble el nivel de infraestructura que tienen y como eso permite el desarrollo del turismo, la cosa casi parecía aeropuerto). Tomamos el nuestro y al partir lo primero que vemos es una cascada que cae majestuosamente. No fue la única que vimos. Para nuestra suerte el día estaba totalmente despejado, así que nos fuimos arriba en la cubierta, aunque igual corría mucho viento. Lo que vimos es simplemente como diría Javier Miranda... “Maravillozoo” o como diría Peter Veneno… “en dos palabras, ipre sionante”. Las montañas nevadas que llegaban hasta el mar, los acantilados, los bosques, las caídas de agua, con arcoíris incluido. Además vimos pingüinos enanos y más focas, sólo nos quedaron debiendo los delfines. En fin tal vez las imágenes valen más que mil palabras.
Después de los fiordos recorrimos el camino de vuelta, pasamos por las lagunas espejo. Paramos en Te Anau a comprar gas y dormimos en un camping del mismo tipo que el anterior, pero este era gratis.
Día siguiente partimos con destino al extremo sur de la Isla Sur (como el Cape Reinga, pero del otro lado). Pasamos por Invercargill, que es la ciudad más grande de la zona donde aprovechamos de abastecernos y comprar una olla chica (se no perdió la otra e igual teníamos que pagarla). Llegamos a Bluff, que es un puerto tipo Llolleo o Quintero, no muy bonito y allí se encuentra un faro y un letrero (muy similares a los que están en el norte). Allí aprovechamos de almorzar y continuamos a nuestro próximo lugar.
Lo que seguía era la Catlins Coast, que es una parte de la costa de la zona sur donde se pueden observar muchos animales. Ese día llegamos a Curio Bay y en ese lugar se podían ver pingüinos de ojos amarillos, delfines héctor, focas, leones y elefantes marinos. Además hay un bosque que esta petrificado. De todo esto vimos sólo los pingüinos que eran muy bonitos y el bosque, y lo mejor de todo que gratis sin tener que tomar ningún tour o visita guiada (en todos lados decían que sin tour era muy difícil poder ver los pingüinos de cerca). Ese día dormimos en un camping que estaba en ese lugar. Después de dos días sin ducha y sólo letrina, se agradecía cualquier instalación superior, pero en realidad las de este camping (que era barato) dejaban que desear. Sólo cumplía con 2 de las 3 “B”, bonito y barato. La ducha se pagaba a parte (2 dólares) y se supone que duraba 7 minutos, esta con suerte duro 4 (habíamos estado en otros lugares donde la ducha duraba también 7 minutos y alcanzaba hasta para meditar) y me quede con parte del jabón en el cuerpo y no salía más agua así que como tenía el pelo mojado humedecí la toalla y así me saque lo que me quedó (no tenía más plata en ese momento para ducharme más rato). Seguimos por la Catlins Coast y pasamos por Nugget Point, donde vimos a los leones marinos a lo lejos (gracias a una pareja de escoceses que tenían largavista). Ese día terminó en Dunedin, que se caracteriza por ser una ciudad universitaria, con una arquitectura victoriana y porque está la fábrica de chocolates Cadbury (a la cual trataremos de ir). Buscamos un camping temprano y nos guardamos para lo que se viene al día siguiente, recorrer la ciudad, ir a los chocolates y recorrer la península de Otago que dicen que es muy bonita y con muchas animales que ver, pero todo eso será para el próximo capítulo.
Cosas raras: en el lugar donde vimos el museo sobre los primeros colonos y como se hizo el túnel del camino a Milford Sounds, vimos estas súper obras de arte.
“¡Hágalo Por Favor! No sea idiota”: En esta oportunidad son varías las cosas que clasifican, como por ejemplo “si le dicen que hay mosquitos, lleve el maldito repelente” o “revise si tiene todo lo que necesita para así no quedarse sin gas cuando está cocinando”. La ganadora es “si va a una ducha que le cobran y el agua se corta sin aviso, lleve más plata, sólo por si acaso, para no quedarse con el jabón o shampoo en el cuerpo”
Eso sería todo por ahora, esta actualización corresponde a todo lo que hicimos hasta el día 12 de Noviembre. El próximo capítulo será el último desde Nueva Zelanda para continuar nuestro rumbo a Australia. Síganos en el viaje.
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